Cafe psicodelico
Siempre tuve y tendré la habilidad de imaginar cosas fuera de lo común, perderme en las ideas que van llegando a mi mente a raíz de recuerdos, palabras, lecturas o lo que mis oídos traigan al momento, suelo llamarlos mis cinco minutos (aunque duran más que eso) son maravillosos. Una explosión de colores, formas e ideas tan alucinantes que llegan sin previo aviso y saturan mi cerebro ya atiborrado como bus de transporte público a las 8 am.
El otro día me encontraba en un café del malecón miraflorino, tomando mi tradicional americano doble sin azúcar, cuando de pronto, por cosas de la vida llegaron esos cinco minutos a raíz de un hecho fortuito fuera de lo común.
Revoloteando entre la bombilla incandescente de tungsteno, una polilla, enamorada y atraía por aquella luz, daba vueltas y vueltas intentando llegar a su núcleo cálido, sin saber que con el simple tacto el fin de su existencia llegaría. Y así fue, el insecto se achicharro en cuestión de un segundo, cayendo en forma espiral hacia mi mesa.
Fue ahí donde ocurrió este hecho insólito. Mientras veía que caía, repentinamente el tiempo sedetuvo. Todo a mi alrededor se congelócasi de manera instantánea. La gente a mi alrededor petrificada, las olas del mar, las manecillas de mi reloj. Un silencio absoluto y sepulcral acompaño tan inexplicable suceso.
Quedéestupefacto. Miré mi taza de café pensando qué diablos estoy tomando ¿acaso esta bebida tendrá algún menjunje psicodélico por cortesía de la cocina? Me hubieran avisado si es que fuera así para dar las gracias, pero no.
Me di cuenta en ese momento que tenía la facultad de poder manipular a mis ansias la posición, forma demás de las personas que estaban a mi alrededor, como plastilina. Me volví un niño. Es la hora de jugar.
Me levanté de mi asiento y me dirigí a la mesa de en frente donde había un señor gordito que no paraba de mirarme desde que llegué (me había caído gordo) lo hacía con mal gesto, así que lo primero que hice fue tomar su mano e introducir sus dedos en la nariz y la otra mano en dentro de su boca. Me robé su triple de jamón, queso y pollo y seguí con mi loca travesura.
En la mesa contigua había dos señoronas, cucufatas ellas, hablando de los logros de sus maridos saca vuelteros que seguramente están de padrinos de alguna jovencita con abundantes proporciones que dejan que satisfagan sus bajas pasiones o mejor dicho, sus 3 minutos de erección por un viaje o una prenda de Chanel.
En fin, llegué a su mesa y una de ellas tenía un peinadito peculiar que no me gusto. Embadurné las palmas de mis manos con saliva y me comencé a alborotar sus cabellos de manera salvaje, dejándola como arbusto mar podado. Con respecto a su acompañante, su maquillaje era de espanto, así que tomé su cartera, busqué su neceser y manos a la obra. Labial rojo en grandes cantidades, base por todo el rostro, rímel con brocha y mejillas bien rosaditas, digna de compararse con el guasón. En pocas palabras, un circo ambulante.
Seguí con mis payasadas por un momento más, molestando por aquí, desordenando por allá, cambiando de posición a la gente. Era el dueño, amo y señor de ese momento.
Terminé exhausto y volví a mi mesita apacible. Di una última vista a todo el lugar y de verdad, todo estaba patas arriba. Que gusto.
Disfrutédel aroma de mi café, lo bebí y cerré mis ojos por un momento.
Cuando abrí mis ojos, el café estaba totalmente vacío y el mozo frente a mí me invitaba a pagar la cuenta y a retirarme.
Me apresuréa pagar avergonzado ya que seguramente en todo el tiempo que alucine lo que les cuento abre tenido una cara de idiota indescriptible.
Como consejo, nunca mezclen Alprazolam con una taza de café.
Buenas noches.

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