Lagrima de atardecer:


Entre sonatas de Tom Waits y Miles Davis, me encontraba contemplando tan sublime y etéreo espectáculo de la naturaleza, como es el ocaso del astro rey.
Una esfera incandescente que me mantuvo hipnotizado de inicio a fin, con un cambio de tonos maravilloso, de amarillos y anaranjados, luego pasando a un tono rojizo y que al final se tornó azulado, hasta que llego la oscuridad absoluta, en un cielo amplio y basto como el amor hacia mi madre y tan mágico como el nacimiento de un nuevo ser.
Tal puesta en escena con infinidad de seguidores que esperan siempre puntuales la hora propicia para esbozar en sus rostros el más vívido recuerdo o sensación tangible de sueños e ideales, que activa en lo más profundo de su mente aquel proceso creativo que no tiene punto de comparación con algo existente.
Observaba a la gente que transitaba alegremente: padres e hijos, parejas de enamorados que destilaban amor en cada gesto, cada abrazo, niños jugueteando por los jardines con flores en sus manos, corriendo libres, llenando de vida cada rincón por donde pasaban y parejas de ancianos, acurrucados con sus mantas de franela, recordando sus amores de juventud entre sonrisas y caricias que harían enorgullecer a cupido por tan magnífica labor.
Mientras seguía disfrutando de tan memorable momento de paz y tranquilidad, no me había percatado de que a mi lado se encontraba un personaje solitario, tendría aproximado 75 años de edad, con un cabello color gris, con unos pocos mechones de color negro que se aferraban a su cabeza como parte de un recuerdo de sus años de juventud.
Llevaba una camisa a cuadros y una chompa de lana tejida a mano color negro que cubría su cuerpo ante el inclemente azote del viento proveniente del mar.
Apoyado junto a él, un bastón con una empuñadura de oro macizo con forma de cabeza de León y en su cuerpo, una frase en latín que decía:
”Firmamentum est tibi fortitudinem” (en tu apoyo esta mi fuerza.)
Me quede contemplándolo de pies a cabeza, pensando en cuál era el motivo por el cual este longevo personaje permanecía sentado sin movimiento alguno con la vista enfocada en el atardecer, sin perturbación alguna.
Parecería que hubiera una conexión cósmica, una simbiosis entre estos dos entes y que guardasen un gran secreto, digno de tan imponente momento;secreto que solo el brillo de sus ojos podría describir.
Mientras el ocaso seguía trascurriendo con naturalidad evidente, vi que de la comisura de su ojo izquierdo comenzó a brotar una gran lágrima y que al final de su recorrido aterrizo en la mano que tenía apoyada en el regazo.
¿Qué es una lágrima? - me pregunté - ¿Serán las palabras contenidas que se manifiestan de forma líquida por momentos hermosos y tristes ya vividos?, ¿Será la más pura manifestación de sentimientos emanada desde lo más recóndito de nuestra alma?.
Yo solo sé, que aquella lágrima que brotó sin motivo alguno, sin explicación ni razón a simple vista, lleva consigo el más bello recuerdo de vida que jamás pudo existir en la existencia de aquel hombre.
Sacó un pañuelo de su bolsillo, se secó la lágrima, volvió a guardar el pañuelo y se puso de pie con ayuda de su gran bastón con empuñadura de oro.Al parecer se había percatado de que yo no dejé de mirarlo por bastante rato y se acercó a mí con voz firme y me dijo:
Hijo, solo te diré esto…
” No tengo más que pedirle a la vida, ella me dio todo lo que quería y ahora espero mi muerte para encontrarme con los que partieron de ella”.
Aquellas palabras poblaron mi mente y me dejaron meditabundo y reflexivo mientras veía alejarse a paso lerdo a aquel hombre, que se perdía entre la gente que por ahí seguía transitando.
Aún sigo escuchando esas palabras llenas de sentimiento en mi interior, pensando en aquella frase que dice que todo tiempo pasado fue mejor.
Solo me queda creer que es verdad y desear que llegue el momento de descanso infinito de aquel soldado que luchó por la vida que quiso y de su reencuentro en el panteón de los gloriosos junto a sus seres queridos.
Aun veo su lágrima brillar favorecida por el reflejo del sol.

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