Mi fiebre de fin de semana



Padecí una severa infección a las amígdalas la semana pasada que me mantuvo en cama todo el fin sin poder hacer nada, más que alucinar a causa de mi alta temperatura corporal.
Comencé mi tratamiento con un sustancioso coctel de pastillas que de poco sirvieron, lo único que hizo que baje fue el dinero en mi billetera. Pastilla tras pastilla y nada que baja la fiebre.
Para el primer día llegue a tener 41 grados y lo único que atine a hacer fue en ir a un posta a que me pusieran una inyección, la cual déjenme decirles, me dolió horrores, ya que era de esas pesadas compuestas por un polvito y un líquido aceitoso.
Llegue a casa adolorido, mas por el pinchazo de la enfermera en plena nalga derecha, que de la inflamación de mis amígdalas a causa de la infección. Creo yo que la enfermera tuvo un día muy jodido porque no tuvo la menor compasión al ver mi blancuzca nalga predispuesta a su imagen y semejanza, como tablero de dardos donde el premio mayor seria el gordo de la lotería. Preparó el inyectable y sacasonapan, aplico sin piedad toda la carga sin pausar aunque sea un momento por piedad. Una lagrimo broto y se deslizo por mi mejilla hasta llegar a mis labios.
Era una gran lágrima de dolor contenida.
Ya en cama, según las recomendaciones de la enfermara, guarde reposo y me predispuse a dormir.
Pasaban los minutos, las horas y nada que me dormía a raíz del dolor que tenía. Comencé a sudar a mares como gordito corriendo una maratón, a borbotones sin parar. Cambio tras cambio de ropa no lograba parar la segregación de sudor de mi cuerpo, era algo muy molesto.
Luego de varias horas se redujo el sudor, pero comenzó algo diferente, el efecto de la inyección fue nulo y mi temperatura seguía igual .Comencé a visualizar puntos de colores moviéndose por toda mi habitación, primero de forma rítmica, en ondas tan armónicamente coreografiadas que parecían  ensayadas con mucha coordinación, luego su movimiento fue aleatorio, sin destino fijo y muy cambiante, que diablos-dije yo- esa inyección venía con algún estimulante recreativo, las mesclas de pastillas e inyección me cruzo los chicotes o había perdido la cordura a raíz de la fiebre.
Los puntos comenzaron a hacerse más grandes, cambiaron de forma y comenzaron a salirle un par de ojos bien saltones a cada uno de ellos .Que mal que estaba para alucinar tremenda locura.
Poco a poco se fueron acercando a mí, mirándome de forma inquisitiva como si yo fuera una rata de laboratorio observada por varios doctores, llenándome de miedo ante semejante hecho creado por mi subconsciente mezclado con mi fiebre.
Entre mi delirio febril, comencé a hablarles en voz baja para que mis hermanos no piensen que soy un loco desquiciado hablando solo, y les pregunte que querían de mí y su única respuesta fue seguir mirándome de manera más penetrante. Estaba al borde de salir corriendo de mi cuarto y no regresar nunca más. Lo único que atine fue prender la luz de la habitación y quedarme sentado en el borde de mi cama y aplicar una compresa fría para intentar bajar la fiebre y dejar  de imaginar estupideces.
Para mí, esa experiencia duro miles de horas, fue algo tan descabellado y loco que  hasta ahora no me la creo.
Experiencias como esa, me hacen afirmar  lo genial que es tener una gran imaginación hasta estando enfermo.

Hasta una nueva fiebre, malditos puntos de colores.

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